La noche quedó atrás

Un día de esos, de los que luego suceden y que tratamos de aplazar para que no ocurran porque sentimos miedos que nos confunden en nuestro camino hacía la realización, hacia la felicidad y hacia la autenticidad.

No, no, que no ocurran… pero… es el momento: ese gusanito en su vaina ha cedido: las costras se han despegado solas, las heridas se han cerrado y debe salir esa mariposa, esa ave debe renacer de sus cenizas. Entonces te despiertas, abres los ojos y te das cuenta que tienes que derribar todos esos castillos que habías construido durante estos tres años de estar en casa resguardándote para que no te alcanzara uno de “estos días” tan especiales. Ahora te ves a ti mismo y sabes qué tienes que hacer lo que siempre has hecho: recomenzar. Partir de la nada, partir de cero como cuando eras un estudiante y tú Rafael y Daniel estudiaban proféticamente hasta que la trasmisión de radio universal terminaba, pero, nosotros, seguíamos estudiando matemáticas, química o física. Entonces sonaba la voz oficial de la radio y entonaba este poema del poeta Otero Silva: “La noche quedó atrás”.

Ahora, tú, que tienes que recomenzar, tú que tienes que renunciar a todo para que otros sean felices, tu que estás triste, acércate un poco más hacía a mí. Ni siquiera tengo fuerzas para ofrecerte una oración, pero escuchemos juntos este viejo poema y recomencemos de la nada….

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